lunes, 3 de diciembre de 2007

¡Eres un rabino! (historia no terminada aún)

Eres Sólomon Rubinski, rabino de Cracovia. Estás en la cocina de tu casa, preparando un nutritivo desayuno. Por la ventana puedes ver a tu vecina, la señora Dalloway, que está tendiendo la ropa. Esta visión hace que la sangre empiece a acudir a los cuerpos cavernosos de tu pene, provocando que tengas una erección. Hay un cuchillo de plata en la encimera.

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- Te cortas el pene y lo arrojas lejos (preferiblemente contra la vecina, por tentadora).
- Ignoras la erección y desayunas tranquilamente.
- Te presentas en casa de tu vecina y solucionáis el problema como personas civilizadas.

Saltas por la ventana

"¡A mí el Sanedrín!", gritas, y te arrojas por la ventana. Con las prisas del momento no te da tiempo a abrirla antes, así que atraviesas los cristales, con lo que duele eso. Por fortuna, la habitación estaba en el segundo piso y los duros adoquines de la calle amortiguan el golpe. Te levantas con dificultad, sin preocuparte de recoger los dientes que has perdido, pues desde la ventana te insultan y lanzan todo tipo de juguetes sexuales que a saber dónde han estado antes. Renqueando, huyes de allí.

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- Vas a casa.
- Vas a un hospital.

Explicas lo que ha pasado

"Es que era una vampira", dices. Pero los muy antisemitas no te creen y la emprenden a golpes contigo. Mueres y lo siguiente que ves es el rostro de Alá frente a ti. Menuda mierda.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Coges un vibrador y te defiendes

Coges un vibrador de tamaño familiar y lo blandes amenazadoramente contra la prostituta. Ella ríe con voz de ultratumba y salta sobre ti. Tropiezas con la moqueta y gracias a ello esquivas su acometida. Vuelve a la carga, pero consigues atizarle con el vibrador en la boca. Cae al suelo y se lamenta. Aprovechas el momento y esta vez eres tú quien salta sobre ella. Le clavas el vibrador en el corazón con todas tus fuerzas. La vampira lanza un grito inhumano y muere.

El escándalo ha alarmado a todo el establecimiento. Echan la puerta abajo y te descubren sujetando el vibrador clavado en el pecho ensangrentado de la prostituta muerta.

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- Explicas lo que ha pasado.
- Saltas por la ventana.

Te rindes

Llevas todo el día corriendo de un lado a otro, sufriendo las situaciones más surrealistas. Estás muy cansado, así que no presentas resistencia y te dejas morder en el cuello por la vampira. Todo se vuelve oscuro.

A la noche siguiente, despiertas en una oscura cripta. Te has convertido en un vampiro. Pasas tu no-vida alimentándote de los mortales e instaurando un reinado de terror nocturno. Sin embargo, los otros vampiros te llaman "el rabino vampiro" y no te respetan.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Subes con la puta

Sigues a la prostituta por las escaleras, con la vista fija en su perfecto culo. Te hace pasar a una habitación que está exquisitamente decorada con todo tipo de artilugios sexuales, y, mientras cierra la puerta detrás de ti, dice con voz sugerente: "escúchame un momento o dos". Tú has leído el Talmud y reconoces al instante lo que significa eso: se trata de una vampiresa mujer. Te giras enseguida, pero ya ha cerrado la puerta y sonríe mostrando los colmillos, dispuesta a chuparte la sangre y no otra cosa.

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- Te rindes, ya estás cansado de luchar.
- Coges un vibrador y te defiendes con él.

Rompes la botella en la cabeza de la prostituta

Te dejas llevar una vez más por el gusto por la ultraviolencia y, al grito de "Muere, maldita gentil", le estrellas la botella en la cabeza a la prostituta, que no se lo esperaba. Cae al suelo, posiblemente muerta. El enano del piano chilla de forma estridente. Todo el mundo te mira. Un parroquiano alza una silla sobre su cabeza y te la arroja. La esquivas y le da al camarero. Pronto estás en medio de una orgía de muerte y destrucción y te preguntas si no habría bastado con decirle a la prostituta que te dejara tranquilo. Aprovechas la confusión para arrastrarte hasta la salida, pero te encuentras al enano en la puerta. Intentas esquivarlo, pero los años pasados en el circo hicieron de él un superhombre, aunque de talla reducida. Te salta a la pierna y te muerde. Gritas de dolor y estrellas al enano contra la pared. Repetidas veces, hasta que revienta. Después, huyes corriendo a casa. Por fin ha parado de llover.

Una semana después, mueres por la tularemia que te pegó el enano al morderte.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Entras en el burdel

Entras en el burdel. Es un mundo de luz y de color. Diversas meretrices se pasean mostrando sus encantos a la concurrencia, que está formada por un número indeterminado de patanes borrachos. Un enano toca el piano. Para disimular, te acercas a la barra y pides un whisky. Pides al camarero que no se lleve la botella, por hacerte el duro. Estás trasegando la bebida cuando se te aproxima una prostituta de belleza sobrenatural, que te susurra: "Hola, marinero". Luego pone su mano en tu entrepierna y te dice "vaya mástil más duro". Parece que se queda sin sutilezas, porque lo siguiente que te dice es que subáis a follar.

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- Subes con ella, pero sólo a hablar (no te lo crees ni tú).
- Rompes la botella de whisky en la cabeza de la prostituta.

Continúas hasta casa

Sigues andando penosamente, mientras tus pulmones empiezan a sonar como un radiador estropeado. Tragas tanta agua que tienes la sensación de estar luchando por tu vida en un río. Por fin vislumbras tu casa entre la lluvia. Pero estás ya al límite de tus fuerzas. Pierdes el conocimiento y te ahogas en un charco. Lo que más lamentas es morir de forma tan ridícula.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Rechazas su oferta

"Realmente, ya hay demasiados judíos en el mundo del espectáculo", le dices a Mel Brooks. Él se toma con filosofía tu negativa, te da su tarjeta "por si cambias de opinión" y desaparece entre las sombras. Vuelves a la calle principal y sigues caminando en dirección a casa. Empieza a llover con fuerza. Pronto estás empapado y resbalando una y otra vez. Empiezas a estornudar. Todavía estás lejos de casa, pero a unos metros hay un burdel.

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- Te refugias en el burdel.
- Continúas hasta casa, no puedes entrar en un local así.

Estrangular

Pones las manos en su cuello y empiezas a apretar, pero Mel Brooks fue criado por monjes shaolín y, con una hábil maniobra, se zafa de tu intento de asesinato. Murmuras una torpe disculpa: "perdone, he resbalado". Pero ya es tarde, Mel Brooks te atraviesa el corazón con su bastón y mueres en un callejón sin salida de la ciudad de Cracovia.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Te enfrentas al desconocido

Decides encararte con tu perseguidor. Es Mel Brooks, otro judío. Te dice que le ha fascinado tu porte y que tiene una gran idea para un musical en Broadway sobre un rabino. "Voy a hacer de usted una gran estrella", proclama.

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- Aceptas la oferta.
- Rechazas la oferta.
- Nunca has oído hablar de Mel Brooks, así que sencillamente lo estrangulas.

Te vas con los hippies

Entras en el claro y, levantando el puño, gritas "No a la guerra". Sin embargo, ahora que estás más cerca, comprendes que has cometido un terrible error, pues no son hippies, sino hombres lobo. Fue la cantidad de pelo lo que te confundió. Antes de que puedas intentar escapar, saltan sobre ti y te descuartizan.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Te escondes en el bosque

Caminas por el bosque, que está mal iluminado y peor asfaltado. Oyes extraños ruidos (quizás de animales fornicando) a tu alrededor, pero no te dejas amedrentar por ello.

Llevas un par de horas caminando y te duelen los pies. Además, estás aburrido de ver sólo árboles, musgo y ardillas. Por suerte, Dios provee y una misteriosa música inunda tus oídos. Viene del este. Al mismo tiempo, escuchas unas risas en la dirección contraria. Con cautela, investigas ambos fenómenos. En un claro, una comuna hippie disfruta de la noche estrellada cantando y bailando. Descubres luego el origen de las risas: un grupo de gnomos está contando chistes junto a un árbol.

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- Te vas con los gnomos.
- Te vas con los hippies.

Vuelves a la ciudad

Vuelves a la ciudad con la esperanza de no ser descubierto y poder llegar a casa a darte un buen baño caliente y descansar de las emociones del día. "Todo se ha truncado a partir del desayuno", piensas.

Las calles están desiertas, oscuras. Las recorres como una sombra más. De pronto, te parece escuchar pasos detrás de ti. Te paras en un portal. Efectivamente, alguien te está siguiendo. Acuciado por la paranoia, caminas más deprisa. Puedes oír que tu perseguidor también lo hace. Para despistarlo, te metes en una callejuela. Sólo entonces te das cuenta del error que has cometido. Es un callejón sin salida. Los pasos suenan ya muy cerca, casi están a la vuelta de la esquina. A tu izquierda hay una alcantarilla abierta.

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- Escapas por el alcantarillado, como otros judíos antes que tú.
- Te enfrentas al desconocido.

Incendias el campamento

"Estos gitanos son capaces de robarme, ¿para qué correr riesgos?", te dices. Así que te escondes entre la maleza y esperas pacientemente a que se retiren a dormir, pues sabido es que los gitanos son gente bullanguera y no se acuestan hasta tarde, ya que no tienen que trabajar al día siguiente. Cuando por fin reina la calma, te aproximas sigilosamente, amparado en la oscuridad. Coges una de las muchas antorchas que hay repartidas por el campamento y te dedicas a prender fuego a tiendas y carromatos. Pronto todo está en llamas y hombres, mujeres y niños arden y mueren entre insufribles dolores. Aprovechando la confusión reinante, robas algo de comida y bebida y te sientas en una loma cercana a contemplar el espectáculo mientras disfrutas de tu botín.

Cuando todo ha acabado, te sientes un hombre nuevo y decides marcharte. ¿Pero dónde ir?

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- Vuelves a la ciudad.
- Te escondes en el bosque.

Te presentas en son de paz

Saludas a los gitanos con una sonrisa amistosa. El patriarca te da la bienvenida y te ofrece un lugar junto al fuego. Desgraciadamente para ti, son un clan de gitanos caníbales y para ellos la carne judía es un manjar. Antes de que te des cuenta de lo que pasa, un chaval de 12 años aparece a tu espalda y te rebana el cuello. Para ti ha llegado el

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Huyes

Corres todo lo que te permiten tus raquíticas piernas. Como sabes que te buscarán en la ciudad, sales de ella y caminas por el campo salvaje. Al rato, te tiendes sobre la hierba, para descansar. El sol luce alto en el cielo. A lo lejos se oye el mugido de las vacas. Podrías vivir así, te dices. Cansado de tantas emociones, te duermes.

Cuando despiertas es de noche y tienes frío. Te levantas y miras a tu alrededor. Ves luces cerca. Hambriento y aterido, te aproximas. Es un campamento gitano.

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- Te presentas en son de paz y pides a las buenas gentes que te den algo de comer.
- Incendias el campamento.

Rehúsas amablemente

"No, gracias, me duele un poco la vesícula", dices. El joven parece entristecido por tu decisión, pero como buen antifascista la respeta. "Ya que no quieres follar, será mejor que escapemos, que he quedado", te dice de pronto. Tú asientes, por seguirle la corriente, pero él saca una tiza que llevaba escondida (puesto que esto es un libro infantil, no diremos dónde) y dibuja una estrella de cinco puntas en el suelo, de forma que el cadáver quede en el centro. "Oh, Señor de las Tinieblas, derriba los muros de mi prisión", exclama con voz de barítono. Y "Satanás ex machina", la pared se derrumba y el joven corre hacia la libertad.

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- Huyes tú también.
- Actúas como Sócrates y te quedas sentado en la celda.

Hablas con el satánico

Refiriéndote al cadáver, preguntas: "¿Conoce al caballero muerto?". Y así, sin saberlo, pronuncias la milenaria contraseña con la que se identifican los adoradores del Diablo. Al joven satánico se le ilumina la cara y responde: "Voy a su boda el sábado". Tú no entiendes nada, claro está, y te asustas, pero el joven empieza a contarte la problemática de su colectivo y tú, como buen rabino, escuchas pacientemente. Dos horas después, te ofrece mantener relaciones sexuales con él.

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- Aceptas, Dios quiere que pases por esta prueba.
- Rehúsas amablemente.

Dejas que te lleven a comisaría

Los policías te esposan a la vista de todos. La niña parece feliz. A petición de un transeúnte, los agentes de la ley prueban sus nuevos táseres contra ti. Luego te conducen a comisaría.

La comisaría, como todo edificio gubernamental, es fría, gris y poco poética. Quizás los despachos sean bonitos, pero tú no llegas a saberlo, pues te llevan directamente a una celda. Dentro de ella hay un cadáver y un miembro de las Juventudes Satánicas, que te observa con recelo.

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- Esperas.
- Entablas conversación con el joven antisistema.

Le das el penique

Hoy estás actuando de forma extraña, como si otro decidiera por ti, así que, contrariamente a tus más profundas convicciones, le das un penique a la niña, que te mira con admiración. La niña, con el penique ya en su poder, comienza a gritar: "¡Policía, policía!".

La agarras para hacer que se calle, pero ya es tarde, llegan dos policías y preguntan qué sucede.

-Este señor me ha ofrecido un penique a cambio de una mamada -llora la pequeña-. Y aquí está la prueba -les enseña el penique.

-Y encima es judío -dice uno de los policías-, un cristiano no pagaría tan mal.

Tratas de defenderte, pero no te escuchan.

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- Dejas que te lleven a comisaría, con la esperanza de que allí se aclare todo.
- Saltas en el tiempo.
- Atacas a los policías.

Ignoras la erección

Decidido a continuar con tu aburrida existencia, apartas la vista de la ventana y te sientas a degustar tu desayuno kosher. Devoras los cereales con apetito canino. Pronto has perdido la erección, pues ya no eres un chaval. Das gracias al Señor por los dones recibidos.

Después de desayunar, sales de casa y te diriges a la sinagoga. En una calle se te acerca una niña y te pide un penique.

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- Se lo das.
- La matas.

Te cortas el pene

Baruj atah Adonay, exclamas, y te cercenas el pene, arrojándolo acto seguido por la ventana, con tan buena puntería que acaba en el escote de la señora Dalloway, que empieza a gritar y huye despavorida al interior de su casa. Te apartas de la ventana, satisfecho, pero te das cuenta de que sangras profusamente. No habías pensado en esto, quizás no era tan buena idea empezar el día cortándote la polla. Intentas detener la hemorragia apretando una lechuga contra la herida, pero sin mucho éxito. Ha llegado el

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Rematas al médico

Golpeas con saña su cabeza, hasta que parece pulpa. Por si acaso, todavía das unos cuantos golpes más. Después sales al pasillo y caminas por él con destino incierto. Te encuentras un señor en una camilla, inconsciente (el señor, no la camilla). Rebuscas en sus bolsillos y le quitas lo que lleva encima. Por suerte, nadie te ve hacerlo.

Sales a la calle. Amanece. La suave brisa de la mañana acaricia tu ajado rostro. Entonces ves un coche de policía aparcado a pocos metros de ti. Buscando esconderte, entras en una especie de oficina de información que hay al otro lado de la calle. Resulta que es una oficina de reclutamiento. Detrás de un escritorio, un militar te observa.

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- Te alistas.
- Pensándolo bien, la policía no da tanto miedo.

Esperas a otro médico

Entra otro médico. Empieza a gritar. Le atizas con la barra, para que se calle. Luego entra otro médico, que también empieza a gritar, así que tienes que repetir el procedimiento. Un rato más tarde entra otro médico, grita y le atizas con la barra. Comprendes que has entrado en un bucle temporal y tendrás que pasarte toda la eternidad golpeando a los doctores que entran en la habitación. Para ti esto acaba de empezar, pero aquí el relato llega a su

Entras en casa

Te metes las manos en los bolsillos y te acercas a la puerta. "Buenas", dices a los policías, pero estos hacen como si no te hubieran oído. De hecho, tampoco parecen haberte visto, así que entras en casa. Hay unos cuantos agentes dentro, registrándolo todo en busca de evidencias contra ti, pero les ignoras y vas a la cocina a prepararte un té. Ellos también te ignoran. Te tomas el té en el salón, sentado cómodamente en el sofá mientras observas pasar de un lado a otro a los policías. Luego subes a darte una ducha, sin ser molestado en ningún momento.

Aprendes que actuar de forma natural te concede el poder de ser invisible. A partir de entonces, dedicas tu vida a luchar contra el crimen y... Bueno, en realidad utilizas tu recién adquirido poder para tu propio beneficio.

Tu vecina no encuentra explicación a los pellizcos fantasmales que recibe en el culo a todas horas.

Atacas al médico

Como quien no quiere la cosa, te agachas, recoges la barra de hierro y golpeas con ella al médico en las rodillas. Grita y cae al suelo. Antes de que intente algo, lo pones fuera de combate con un certero golpe en la base del cráneo. Le tomas el pulso, está vivo.

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- Lo rematas y sales de allí.
- Te sientas a esperar que venga otro médico.

Vas a un hospital

Como puedes, te diriges al hospital más cercano. Hasta que te atienden, te hacen esperar un par de horas, que la Seguridad Social polaca ya no es lo que era. Finalmente una enfermera te lleva a una habitación y te pide que esperes, que el doctor aparecerá enseguida. Tres horas después, entra un doctor. Es rubio y con los ojos azules. Te mira con desaprobación. Abre un cajón y saca una jeringa que, por el tamaño, parece para sedar elefantes. Te dice que te quites la ropa y digas 33.

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- Lo haces.
- Seguro que el médico es un nazi. Le atacas con una barra de hierro que hay en el suelo sin motivo aparente.

Vas a casa

Vuelves a casa, escupiendo sangre por el camino. Algo te dice que también mearás sangre. Al llegar a tu calle, descubres que tienes a la policía en casa. Dos agentes vigilan en la puerta. Seguramente la estarán registrando en busca de pruebas. Es posible que la señora Dalloway les esté informando además de que eres un depravado que se dedica a observarla todas las mañanas.

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- Ignoras la presencia policial y entras en tu casa. Quizá si aparentas naturalidad no te vean.
- Te lo piensas mejor y vas a un hospital.

No escapas

Muy socráticamente te quedas en la celda a esperar el castigo que mereces. El juez queda tan impresionado por tu rectitud que te condena a muerte con lágrimas en los ojos. Tu ejecución se convierte en un ejemplo para la ciudadanía mundial.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Atacas a los policías

¿Para qué dar explicaciones? Mucho mejor atacar a la autoridad competente y marcharte de allí. Es un razonamiento impecable, pero ellos tienen pistolas y tú no. Te acribillan a balazos delante de la niña, que luce una gran sonrisa de felicidad en su inocente rostro.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.

Matas a la niña

Sin decir palabra, sacas de un bolsillo el cuchillo que utilizas para sacrificar corderos en Pascua y, sujetándola con la otra mano, le cortas el cuello a la niña, derramando su sangre caliente sobre los adoquines de la calle. Te parece escuchar gente gritando, pero estás concentrado observando cómo la pequeña exhala su último aliento. Una vez muerta, depositas su cuerpo en la acera y continúas tu camino.

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- Quizás lo que acabas de hacer no está bien, ¿y si acudes a un profesional?
- Vas a la sinagoga.

Saltas en el tiempo

Cierras los ojos, aprietas los dientes... y no pasa nada, que este libro pertenece a la serie "Elige tu propia aventura", no a "La máquina del tiempo". Los policías te miran estupefactos y tú alegas que temías desmayarte.

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- Te llevan a comisaría.

Liberas al extraterrestre

La cerradura no es rival para tus ágiles dedos habituados a manipular ingentes cantidades de dinero, así que abres fácilmente la puerta de la celda. El señor extraterrestre, que lleva un ridículo sombrero, se abalanza sobre ti, te abraza con sus innumerables tentáculos y rompe a llorar en tu hombro. "Yo no quería, me engañaron, yo sólo quería visitar el Partenón", parece decir. Tú le das unas palmaditas en su espalda plagada de protuberancias y le dices que ya pasó todo. Un poco más calmado, te invita a escapar juntos en su nave, que está en un hangar de la base.

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- Aceptas; un extraterrestre y un rabino forman un equipo invencible.
- Golpeas al extraterrestre y le robas el sombrero.

Le haces un corte de mangas y te alejas de allí

Extiendes la mano derecha frente al ventanuco y le muestras al extraterrestre el dedo corazón mientras vocalizas un buen "fuck you". El ser proveniente del espacio parece entenderte, pues se muestra decepcionado. Riendo, te alejas de allí, en busca de la salida. Pero no la encuentras, sólo laboratorios y celdas vacías. Como no hay ninguna mujer cerca puedes admitir que te has perdido. Finalmente, cuando ya estabas pensando en entregarte, encuentras una puerta blindada. La abres sin dificultad alguna, pues el código de acceso era TOMATO, y entras. Dentro te encuentras un ser peludo de dos metros de altura y lo primero que piensas es que tienen encerrado a un friki de Star Wars que está disfrazado de Chewbacca. Pero cuando te arranca la cabeza de un zarpazo comprendes que era un Bigfoot.

Intentas escapar

Con un boli y un calcetín ingenias una herramienta multiusos que te sirve para abrir la puerta de tu celda y poner fuera de combate a dos guardias. Con el culo al aire, pues llevas una de esas poco elegantes batas de hospital, recorres los siniestros pasillos en busca de una salida. Encuentras una puerta con un ventanuco. Dentro hay un señor extraterrestre que agita sus tentáculos cuando te ve. Te indica que abras la puerta.

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- Liberas al ser del espacio exterior.
- Le haces un corte de mangas y te alejas de allí.

Dejas que experimenten contigo

Dispuesto a colaborar, no protestas cuando comienzan a experimentar contigo. De hecho, mueres como consecuencia de los experimentos, pero, eso sí, sin quejarte ni una sola vez. Y gracias a tu sacrificio las damas de la alta sociedad lucirán maquillajes espléndidos.

Dices que sí

Cubierto de la roja sangre de tus enemigos, y con tu larga barba hebraica, bien puedes pasar por Santa Claus, así que pronuncias un adusto "sí" que llena de jolgorio los infantiles corazones de los marines. Pronto estás en su base, con soldados curtidos en mil batallas sentados en tus rodillas pidiéndote diversos juguetes. Tú dices que sí a todos, menos a los que se han portado mal y han torturado más de la cuenta a los prisioneros de guerra, que con esos te haces de rogar un poco.

Reina la felicidad en la base militar estadounidense y todos duermen estupendamente esa noche, sobre todo tú, que duermes como si te hubieran drogado. De hecho, cuando despiertas 24 horas después en un laboratorio secreto del Área 51, te das cuenta de que era algo más que una sensación.

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- Dejas que experimenten contigo.
- Intentas escapar.

Dices que no

¡No!, gritas. Luego dices "pum" repetidas veces y acabas con todos ellos. Armado con tu palo, instauras una teocracia rabínica en el desierto y esclavizas a las buenas gentes, que se ven obligadas a satisfacer todos tus caprichos, pues tienes el poder del Santo Palo de madera. Es bueno ser rey.

Le pides que desista de su actitud

"Por favor, lo que está usted haciendo podría considerarse una acción hostil, entienda mi postura.", le dices, razonable. El chií sonríe, avergonzado, baja de la valla y te tira una granada, que no esperabas y no puedes esquivar. La explosión ilumina el cielo del desierto iraquí.

Usas el palo

Apuntas cuidadosamente con el palo, como si se tratara de un fusil. ¡Pum!, gritas. El chií cae al suelo. Te acercas a él. Está muerto. Un rato después tienes que abatir a otro intruso, que es sólo el primero -o el segundo- de muchos. Te pasas la noche gritando "pum" y matando chiíes (menos cada vez que te quedas sin balas, que gritas "click").

Al salir el sol, cuentas más de doscientos rebeldes muertos. Seguro que te concederán una medalla al valor judío por esto. Te sientas a descansar un rato, pero no llevas ni diez minutos sentado cuando aparece una patrulla de soldados estadounidenses. Miran primero los cadáveres que hay por todas partes, luego reparan en ti, que estás al pie de la palmera que has protegido toda la noche. Uno de los yanquis se acerca a ti con cautela, mascando chicle, y te pregunta:

-Are you Santa?

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- Dices que sí.
- Dices que no.

Te alistas

Llevas dos semanas en Irak, con el ejército polaco. Has comprendido que la guerra desune a los hombres, sobre todo los coches bomba, que te desunen en pedacitos. Tus compañeros te miran mal, quizás porque eres judío. Los iraquíes no te miran mucho mejor, quizás porque eres judío. Puede que eso también tenga que ver con lo que te dice un día el sargento: que te has presentado voluntario para cumplir una difícil misión. La misión, te explica, consiste en vigilar durante la noche la única palmera datilera de esta parte del desierto. El prestigio de Polonia y la dieta de sus soldados están en juego, así que será mejor que no fracases.

Te conducen al lugar en un vehículo blindado. Cae la tarde cuando llegáis. El vehículo blindado se marcha y tú te dedicas a inspeccionar el lugar. El ejército ha levantado alrededor de la palmera una endeble valla de madera, para evitar las incursiones de los bandidos chiíes. Claramente, esta misión es una putada y te planteas que en realidad lo que pretenden es librarse de ti. Esta posibilidad cobra fuerza cuando descubres que tu fusil no está junto con el petate, cuando recuerdas perfectamente que lo cogiste. Oscurece pronto en el culo del mundo.

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- Coges un palo y te lo pones al hombro. De lejos darás el pego.
- Dejas tu puesto y vuelves por el fusil.

Pensándolo bien, la policía no da tanto miedo

Sales del centro de reclutamiento. Los policías que están en el coche patrulla son jóvenes e inexpertos, pues dejaron la academia sólo un par de días antes. Eso explica que te tomen por un desertor y te abatan a tiros.

Coges un palo

Coges un palo que encuentras tirado en el suelo, seguramente sobrante de la valla. Te lo pones al hombro y haces como que eres un soldado fiero y peligroso. Se hace de noche y pronto está oscuro como en el interior de un camello. Tus sentidos judíos están alerta. De pronto, escuchas un ruido a unos metros de ti. Agudizas la vista y descubres que un chií trata de escalar la valla.

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- Usas el palo.
- Le pides amablemente que desista de su actitud.

Dejas tu puesto y vuelves por el fusil

Decides volver al cuartel por tu fusil y, ya de paso, patear unos cuantos culos. Pero nadie te había avisado de lo mal señalizado que está el desierto. Y en esta época del año no está muy concurrido, así que no puedes preguntar la dirección a nadie. De todos modos, sólo hablas hebreo, yiddish y polaco, que no son las lenguas más populares de Irak. En definitiva, te has perdido. Vagas a oscuras por el desierto, maldiciendo.

40 años después llegas a la Tierra Prometida, que en este caso es un cuartel de mala muerte. Que, por cierto, lleva 39 años abandonado.

FIN

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Vuelve al principio y elige de nuevo.