Ves otro vídeo. Después, otro vídeo más. Y otro. Eres incapaz de parar, has caído en el pozo de la pornografía, como dicen en las webs cristianas. ¿A quién le interesa la vida real cuando puedes evadirte con sodomías varias? Con la única compañía de los gemidos que salen de los altavoces del ordenador, dices adiós a la literatura y a la vida y te sumerges para siempre en una espiral de masturbaciones continuas.
FIN
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