viernes, 3 de octubre de 2014

Escribes

Con la mejor de las disposiciones, escribes. Pero sin mirar la pantalla, por si acaso el resultado es decepcionante. Miras por la ventana mientras tecleas desaforadamente. La vecina de enfrente tiene cortinas nuevas. La vida, la vida necesita cortinas para ocultar su fealdad, piensas y te preguntas si podrías incluir esto en la novela. Decides que no pierdes nada por probarlo, que, total, llegados a este punto, todo es susceptible de ser considerado literatura. «Esto es una novela experimental», declaras mentalmente en una entrevista imaginaria, «lo que quería era llevar la literatura hasta sus límites, ponerla contra las cuerdas, como en un combate de boxeo». 
De pronto, suena el teléfono. 


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