viernes, 3 de octubre de 2014

Matas al hombre

Matar gente en los umbrales —por cierto, buen título para una novela— parece contraproducente, así que invitas al desconocido a pasar y, ya en tu propiedad, le asestas un avieso golpe en la nuca con el busto de bronce de Dostoievski que compraste en el Rastro. El hombre, como única respuesta a este acto criminal, fallece obedientemente sobre las baldosas del pasillo. Tener un cadáver obstaculizando el paso es un engorro, así que arrastras el cuerpo hasta el cuarto de baño, depositándolo en la bañera. Ya está, un problema menos. 
Impelido por la curiosidad y, por qué negarlo, la falta de dinero, registras al muerto. Veinte euros en la cartera y una tarjeta de un puticlub. Lamentable botín, no podrías subsistir asesinando y robando a la gente que llamara a tu puerta (por lo visto, hay ocupaciones menos lucrativas que la literatura). 
Te preguntas qué hacer ahora que has asesinado a una persona. 


No hay comentarios: