viernes, 3 de octubre de 2014

Te suicidas

Otros grandes autores se suicidaron, ¿por qué no tú? Tu ego es al menos tan grande como el de ellos, aunque ellos fueron lo bastante previsores como para dejar una obra importante detrás. Da igual, dejar la novela a medio terminar es como ser Kafka, pero sin sus orejas. 
Convencido de estar haciendo lo correcto, abres la ventana y contemplas la calle, llena de transeúntes que deambulan sin imaginar que están a punto de ser testigos de un momento cumbre en la historia de la literatura. Como la posteridad recuerda estos detalles, te pones unos pantalones antes de salir a la cornisa. 
Abajo, alguien da un bocinazo y te llega segundos después, muy lejana, una discusión de tráfico. Sientes la brisa veraniega en el rostro y el olor un tanto difuso de la panadería de la esquina. El leve zumbido del aparato de aire acondicionado del vecino. Las nubes de Baudelaire. Es bonito estar vivo, después de todo. Y piensas en la novela, la novela y sus cantos de sirena. No es hermosa, pero te ama. A su manera. Tú también la amas. A ratos, al menos. ¿No vale la pena vivir para intentar arreglar lo vuestro? Tantas promesas que os hicisteis. Os debéis una última oportunidad. 
Desafortunadamente, resbalas con una mierda fresca de paloma y te precipitas al vacío. Sin las orejas de Kafka, que quizá te habrían permitido planear. 


FIN

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