viernes, 3 de octubre de 2014

Atracas la Real Academia de la Lengua

Llevando en los bolsillos el revólver, las granadas y la cocaína que te suministró Coelho, te aproximas al monumental edificio de oro y mármol de la Real Academia Española. Hace un hermoso día, las mocitas madrileñas van alegres y risueñas y con soltura subes las escaleras que conducen a la entrada. Unos pasos más silbando una alegre melodía y ya estás dentro. Todo marcha a pedir de boca hasta que un bedel estornuda y tu reacción impetuosa consiste en volarle la tapa de los sesos con un certero disparo. Una secretaria grita y también la abates de un tiro. Tienes que calmarte, hombre, ¿ves lo mala que es la coca para los nervios? Para ganar tiempo, arrojas una granada a un lado y luego otra al contrario. 
Te abres paso por el pandemónium de lamentos y gritos y avanzas por un largo pasillo que desemboca en una amplia cámara. Los académicos, vestidos con túnicas negras, celebran una misa satánica, piensas al principio, pero en realidad estaban votando en ese momento una moción de Mario Vargas Llosa para aprobar el neoliberalismo en la literatura y de esa manera poder subcontratar escritores y deslocalizar novelas. Al notar tu presencia, comienzan a insultarte en castellano antiguo; tú les lanzas unas granadas como única respuesta. 
Cuando se disipa el humo, ves a Arturo Pérez-Reverte ante ti. Va vestido de Alatriste y empuña una espada. Si fueras un escritor británico y de buena familia, habrías practicado esgrima en la universidad, pero al ser español y de clase media no has estado más cerca de usar una espada que en las partidas adolescentes de rol. 


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